Asuntos nocturnos en la escalera del portal.
Es de noche, acabo de llegar de la calle, vivo en un segundo y he tenido que bajar a por unas cosas al coche. Cuando he salido al portal he tratado de no hacer ruido ya que en casa había alguien durmiendo. Por un hábito consustancial, las escaleras las he bajado silenciosamente. Casi estaba llegando a la planta baja cuando he notado ruidos en el descansillo donde están ubicados los buzones de la finca. He de señalar que por antigua vicisitud del anterior presidente de la comunidad, el interruptor de las luces del portal se enciende y apaga automáticamente, por lo que las personas implicadas en este relato no se percataron de mi llegada.
A media escalera entre el piso primero y la planta calle, me he asomado por el hueco de la escalera y allí, pertrechados contra la pared, he reconocido al vecino del tercero en la deliciosa y ardiente posición de tener presa a una dama por la entrepierna y por la extensión de un abrazo cargado de veleidades seductoras. De los pocos afectos a los que tiene acostumbrado a su señora esposa es harto reconocida entre la concurrencia de la vecindad, así que me ha parecido rara esa arrogancia tan sedienta de las delicias del cuerpo. Ante esta anécdota y ante la imposibilidad de volverme atrás he recurrido a toser ligeramente para que los amantes se interesaran por mi presencia. El presenciado se ha dado la vuelta y bajo su barba de chivo me ha correspondido con una amable sonrisa acompañada de una coreografía de tics. Inmediatamente he reconocido lo que con frecuencia ocurre en el mundo, el procede irracional de la especie humana. La señorita de este fugaz encuentro con el barba-chivo era la profesora de baile del sexto, veinte años más joven y como desmerito, casada hace un año con un viudo inmisericorde. No he tenido más remedio que dar las buenas noches en esta irrupción involuntaria. La señorita ha girado la cabeza compulsivamente y he visto su hermoso cuello sellado en el baño del amor y el seductor infiel retratado ha seguido sonriendo en su necesidad de dar normalidad al asunto.
Cosa he de decir que salí del portal sospechando si lo que había visto había sido producto de mi imaginación o no, y hasta choqué con un viandante nocturno que había salido a sacar a paseo a un perrillo negro. Hice tiempo esperando que los amantes discernieran tranquilamente y retorne nuevamente al portal, no esperando encontrar, esta vez, a nadie.
Cuando abrí la puerta y ya introducido note la presencia del vecino que me chistó por lo bajo. Estaba solo y las lágrimas crecían por sus mejillas. Me rogó que no contase nada a nadie, ni a mi propia mujer y me ha ofrecido dinero, su propia ganancia mensual, a cambio de mi silencio. Ha prometido enriquecerme con tres mil euros y se ha opuesto a continuar con la relación con la profesora. Su genio se ha venido abajo cuando desde el descansillo del tercer piso su mujer le llamaba por su nombre.
“No te preocupes, que no sé de que me hablas. Mis ojos nadan han visto y ni un punto me enriquece esta historia. Guárdate tu dinero y de tu conciencia, échale valor y espíritu y corre a responder a tu mujer que te llama”. Con estas palabras di por zanjado el asunto y he pensado que sería cosa cuerda que en la próxima asamblea de vecinos se volviera al antiguo pulsador “analógico” para dar la luz en la escalera del portal.
2 comentarios
el rayo verde -
Pedro (Glup) -
No acabo de pillarle el punto.
Bueno, estaban follando ¿y qué? felices ellos.
No acabo de encontrar la moraleja (si la tiene o pretende)
Excepto que el de la barba de chivo no pague las cuotas de comunidad y el presidente le tenga (lógica) manía.
Volveré a leerlo.