La historia del dueño del Video-club del barrio.
Cuando me cambié de barrio todavía existían los Video-clubs. Esos lugares bien cargados de películas VHS y Beta en estanterías hasta el techo. Eran locales esenciales, de ensueño. El mundo del cine domestico en una gama extensísima de títulos.
El sitio que me ocupa era un local semisótano de los que muchos aseguraban ofrecía una variedad de películas sin competencia. Llegar allí tenía miga e ingresar como selecto socio venía acompañado del aval de dos socios antiguos. Yo avalé a un compañero de trabajo que se fue a vivir cerca, no le sirvió de nada. El dueño del Video-club desestimó su solicitud. Necesitaba dos avales.
El local, como lo describiría, era lúgubre, exótico, recargado hasta la saciedad. Cuando alquilabas una película, te llevabas la cinta y la carátula original. Los comentarios cinéfilos del encargado eran reconsideraciones de lo que por allí se manifestaba. Había casi siempre pequeños corrillos que apreciaban lo que llamaríamos cine de segunda. Largas conversaciones describían minuciosamente temas pésimamente conocidos y las escenas fundamentales de Rambo, Bruce Lee o Indiana Jones alegraban a los expedicionarios que aparecían por detrás de las estanterías repletas. Por fuerza, las carátulas enseñaban el lomo y no la portada, al estilo Blockbuster, con lo que encontrar un título era tarea azarosa. Así, me perdía muchas tardes en aquel Mare Mágnum inmenso.
Han pasado unos años y el Video-club cerró. El Blockbuster de la plaza también cerró. Hoy acabo de alquilar una película en otro pequeño Video-club, reducto de lo que fueron estos negocios. Lo hago por contribuir de un modo sostenible al mantenimiento de estas rarezas actuales en peligro de extinción ante tanta descarga salvaje. Tengo físicamente mi película en casa, en soporte DVD.
El dueño de aquel viejo Video-Club hace meses le reconocí por la calle. Me abre la puerta cada vez que voy a comprar al supermercado DIA del barrio. No trabaja, quizá acuciado por la actual crisis o por algo peor. Siempre saco algo de suelto de los bolsillos cuando termino la compra, le doy alguna moneda y encarecidamente las gracias cuando me abre la puerta del establecimiento. Todavía tiene la sonrisa de los viejos cow-boys de los Western de antaño.
2 comentarios
emilio -
el rayo verde -
Aporto mi promesa con la verdad y me consta que ese señor es el que por diversos factores está en medio del drama, casi anciano rompe sus emociones cada mañana en el viaje que le conduce a la quema.