La separación y el alcohol.
Apesumbrado por los chismes del barrio que con muy mala uva iban dirigidos contra su honorabilidad, a Federico le daba por morderse las uñas hasta sangrar. Le había dejado la novia de toda la vida y Él se notaba que estaba fuera de sí, que de seguir por esos derroteros iba a acabar mal. A menudo se repetía, "no, sí esto se veía venir". Pero a pesar de las terribles dudas existenciales que padecía y del miedo a un futuro incierto, todo se le olvidaba cuando su amigo Borja le llamaba para salir juntos. Para beber. Para olvidarla. Para tirarse al barro sucio de la autoculpación cuando iba por el cuarto cubata. Era por entonces cuando a su amigo Borja ya no podía más y le entraban ganas de mear en cualquier sitio, en cualquier coche aparcado y hacia los neumáticos orinaba sin piedad y sin mucho atino. Aquel Renault 11 meado le iba a joder esa noche a Borja. El dueño era una mala bestia de ciento diez kilos que le empotro repetidas veces su puño en su cara, a la vez que le aminoró el número de muelas en menos de dos minutos. Visiblemente maltrecho Borja, a Federico le dio por mojar sus pantalones.
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Travis Bickle -