María Teresa
Hoy he ido a visitarte.
Como desde hace cuarenta años. Nunca te he olvidado.
No te he conocido pero siempre has estado presente entre nosotros. Siempre creí que, algún día, aparecerías con una sonrisa y me darías un beso. Desde el momento más nostálgico del pasado recuerdo el olor a tierra y la frustración que me causaba no encontrarte. Las lágrimas me inundaban como una historia de amor sin principio, como la sangre de una herida profunda en el corazón. Como está tarde que he llorado escondido entre cruces de piedra y las escrituras marmóreas arrasadas por el tiempo.
Y no te conozco. Mientras… reposas dormida desafiando al propio tiempo.
Tu camino lo buscaré en el más allá cuando mis fuerzas decaigan, escucharé tu llanto que no recuerdo y tu risa eterna. Sin empezar, sin empezar…a vivir, te fuiste. Me dejaste solo sin saberlo, aterrado por aquel instante decisivo.
Me das sombra en este recorrido desesperado por salir del desierto omnipresente, transito la geografía abrupta del tiempo a pasos agigantados y veo extinguir las innecesarias riquezas. Resisto a reconocerme abandonado por la distancia entre nosotros, por tu poder escondido en ese amargo e incomodo nicho cuidado por una madre inmensa. Mientras exista, no hallaré donde poner los ojos sin enorgullecerme de estos cuarenta años.
Te quiero como te quiere nuestra madre. Te fuiste en la nada, como aquel fantasma que esperaba en la penumbra de tu infancia. En unos años no serás un recuerdo, no serás invisible y encontraré tus huellas.
1 comentario
Pedro (Glup) -
Gracias por este post, es muy emocionante.
Un saludo.