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el rayo verde

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Fantasmas tecnológicos.

Fantasmas tecnológicos.

El mal tiene muchas formas. Y puede aparecer transmutado en la figura de los mecanismos tecnológicos: un teléfono móvil, una cinta de video, un ascensor... Estamos ante un sistema social hipertecnificado que nos aísla de los demás. Al cabo de poco tiempo hemos pasado de una sociedad básicamente de contacto con la naturaleza a la informatizada, eminentemente virtual y de desintegración ecológica. El mal protagonizado por la tecnología cotidiana está presente en películas como "The Ring" donde una mujer empieza a ver fantasmas. ¿Es acaso una película de terror sin más o en realidad, es una denuncia sobre la neotecnología?.

Empezaremos a sospechar de los peligros ocultos que pueden encerrar el uso de estos aparatejos en nuestras vidas. En cierto modo, hay que estar alerta. Podemos no estar lejos de añadir prótesis robotizadas a nuestro cuerpo humano y dejar de regirnos por las leyes de la naturaleza. La continuidad de la especie humana se perfila en seres replicantes, mitad humanos mitad maquina. El temor ante el mundo oculto de "Matrix" puede no estar muy lejos.

imaginar

 

Imaginar un mundo mejor. Haber creído que vivimos rodeados de oportunidades, de cimientos sólidos. Nos acercamos a la orilla del mar común dónde se halla nuestro pasado, nuestro recuerdo que mide el tiempo y teme su fin. Junto al mar, dónde viste aparecer la súbita tormenta y la lluvia violenta, donde acariciaste la piel soñada y aproximaste los labios cálidos. Ahora parece remoto como en Cien años de soledad el mundo imaginado. Uno de los lugares más bellos lo cambié en varias ocasiones por la pesada tierra, por los amigos exiliados. Me inunda el olor del mar, nos persigue como un fantasma intocable, espera que un día desde el acantilado en el vuelo del triunfo nos convirtamos en el vasto azul.  

Mujer por Tamara Lempicka (1898-1980)

 

Mi niña

De repente se fue para siempre. J ha muerto. Dejó de vivir, a las dos horas de una inesperada y absurda operación quirúrgica. Se puso mala el viernes y nos dejó el lunes 19. Hundidos. He visto lágrimas en mi hijo de cuatro años… en la inmensa mayoría de los que la queríamos.

No imaginaba un dolor tan grande. Un golpe tan certero al corazón… un golpe muy, muy fuerte.

En las infinitas posibilidades de coincidir con la muerte no puedo evitar contemplar este desencuentro como malvado. Fundamental era J. para nosotros como efímera es la vida. La mala partida para siempre de mi amiga fiel me inunda de tristeza estos días y no me faltan las críticas de lo que podría haber hecho pero me abandono a la idea de recordar los años juntos.

Ahora me doy cuenta que hay gente que no comprende el amor hacia un perro, en esos falsos tonos de sentimiento, ¡tan superfluos! No resultan nada gratificantes esas escenas de inconvicciones conmovedoras. Por el contrario, siempre quedan esos otros compromisos sinceros que te vuelcan su fuerza. Suelen coincidir con los que han tenido un perro o un gato alguna vez… ¡minúsculos detalles!

No quiero abandonar mis sentimientos ni comercializar mi pesar, mi duelo necesario. No añadir drama pero la ensoñación no acaba y donde pueda llegar mi definitivo rumbo irá acompañado de mi perra  J.

En mi actual desolado estado de ánimo, no me abandonan los recuerdos que nos unían y recorrer el pasado es volver a escribir otra historia, conceder importancia a las pequeñas cosas, a nuestros espacios interiores en la cocina de casa, a atender a los fragmentos de felicidad con una pelota de goma. Cualquier mirada atrás sensibiliza mi piel y me digo que ya no tendrá sentido ninguna caminata por el campo, por el parque. Sin su compañía nada será lo mismo. La constante por avanzar por los caminos ¿cómo podré recuperarla? Mi visión del paisaje era tan estrecha a su presencia, a su huella de perro.

El esfuerzo por continuar se halla más allá, lo encontraré en mis hijos con los que podré cubrir su ausencia desorbitada.

La llevé al pueblo donde nació mi padre ese mismo lunes fatídico, era de noche, cavamos un agujero azotados por la lluvia y por el frío de la meseta castellana, a las 22,40 la dimos sepultura. La barrera humana había desaparecido y los vestigios dolientes y tangibles de dolor se extendían por el campo oscuro. Estaban mi madre y mi hermano conmigo, el resto en Madrid secando los ojos de dolor.

He leído que existe una leyenda que cuando te mueres, los perros que has cuidado en vida están esperándote para acompañarte a cruzar el "túnel" y no tengas miedo. Me gustaría que fuera cierta, si no estaré buscando a  J. en la eternidad de los tiempos.

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J. nació el 28 de Marzo de 2000. Ha muerto el 19 de Noviembre de 2007.

La mirada de Ulises

La mirada de Ulises

Pensaba que tenía opciones pero siento nostalgia por el pasado. Planteo mis soluciones a los problemas a través de decisiones equivocadas. Así, no puedo entender el futuro.

El cumpleaños de Kahsi fue en la casa de campo de Bisset que la había prestado para una traslación de circunstancias en un momento preciso. La casa de Bisset ocupa un lugar que conlleva una invitación a la imaginación, con vistas al bosque, a las praderas verdes y al atardecer del otoño.

Se fundamentó la fiesta en la constatación de unas multitudinarias manifestaciones de alegría  y la abundancia de alcohol. Entre los invitados, Kahsi y Pesmer, que adolecían de cierta pobreza melódica. La influencia de sus conversaciones iniciales o como quiera que se llamen, me llevaron a entonar diversas canciones populares. La historia de Kahsi y Pesmer era como mirar cada uno en una dirección. Por otra parte, la belleza de los paisajes y la alegría de los convidados era un escenario entero de situaciones impredecibles. Kahsi se intentaba involucrar en la dinámica de pareja y Pesmer ilegalizaba la situación, oculto entre su iniciativa extraña de quedarse solo  en un rincón, simulando abstraerse.

Confirmado que lo imprescindible eran las pautas serenas que el espacio rustico de la casa permitía, la comida generó una extensa sobremesa. Las situaciones estaban más atentas al tambaleo de la insensatez que al convencionalismo. Y así es cómo las contradicciones explotan. Pesmer se propuso dedicar a desaparecer minuciosamente de la fiesta y Kahsi, sin más intermediarios, a través de su mirada inocente e infantil, se desahogaba cada vez más en el caldeado clima nocturno. Kahsi, más guapa, reía mientras sus rizos pendían sobre su frente y Aliance, un guapo imaginario que pululaba esa noche, se le fue adelantando a su piel la llegada de la primavera.  

Los espacios de intensidad lírica, ya alrededor de la chimenea, y con Pesmer en fuera de juego, y la confusión que se desperdigaba por el salón, debido profusamente a una música parecida a la fanfarria balcánica, ayudaban a una cordialidad más allá de la mera amistad. Pesmer no supo encontrar una secuencia favorable ese fin de semana y Kahsi experimentó su adornado romanticismo con Aliance.

En esta futilidad de la existencia, el deseo no deja de crecer y uno lamenta no rememorar esas sensaciones más a menudo. En esta mezcla de realismo e hiperrealismo, Kahsi y Aliance se deslizaron escaleras abajo. Se encontraron en una situación temporal propicia, destilando química pura y sacando adelante, pese a las apariencias, un romance salvaje que era una recopilación de amor regalado.

Al día siguiente, el clímax de la noche anterior abrió paso a la realidad definitiva. Kahsi y Pesmer, con sus interpretaciones intimas. Juntos de la mano como dos enamorados.

La lluvia moja las calles de la ciudad.

La lluvia moja las calles de la ciudad. La lluvia moja las calles de la ciudad y en un pequeño rincón, debajo del tejadillo de zinc, donde rebotan las gotas produciendo un estruendo metálico, unos amantes se abrazan. Hablan y se recuerdan todo. Sus caricias aturulladas, amontonándose contra el tiempo, hacen que se despidan como por última vez. Están estáticos y no los moveríais hasta que la muerte brutalmente los despertase, pero al final se separan con el alma en vilo y los ojos con el reflejo de la soledad desmesurada. Se ha hecho de noche. No se volverán a ver nunca.

Colores

Colores La revolución antagónica de Rojo pone término a la relación incumplida de Negro y Violeta, a el foso gigantesco que incomprensible mantenían. Se puede pensar que Negro se come las palabras y advierte que no hay nada que hacer ante el enteramente afectivo Rojo. Desenvuelto con su atrevido y descarado atuendo, su ambiciosa emoción y su delicado deseo, Rojo genera en Violeta lo que no pudo entender en Negro.
Negro querrá construir un mundo fuera del mundo, pero un mundo del agrado de una existencia extrañada, aprendida de la improvisación general, del desconocimiento de unas vidas insignificantes y de la libertad nunca recuperada. Negro se inscribe en la realidad frustrante, la infelicidad vivida. La vida, monopolio inquebrantable del deseo, la acumula Rojo y los lugares habitados de Negro están en guerra como los tiempos anteriores. El fracaso de Negro aguanta unas pocas semanas más y el consiguiente distanciamiento de Violeta hace que Negro vuelva a las actividades incapaces de expresión.
Rojo hace, transforma, se limita a buscar a Violeta y a excluir a Negro. Rojo está preparado para pensar como una corona para reinar, se encuentra abierto a recibir el rumor silencioso de los segundos que preceden la llegada de Violeta. La subversión existe de manera litúrgica. Sin impugnación ya, tiene Rojo la certeza de acertar, de ampliar la fórmula a través de conectables ecuaciones, de pedir cosas que son posibles en una estrategia imposible. Por completo, Violeta distingue rotundamente el mensaje fascinante de Rojo, que provoca un sensual fuego en sus ocultas profundidades. Lo que queda de humillación en Negro, el oscuro porvenir, el paso evidente del tiempo, es en cualquier caso abasto de las llamas narrativas.
Violeta se sobrepone a la mediocridad recorrida, a los episodios erráticos con Negro, a su pasado estéril, al formato heredado de un hombre preso del narcótico corsé inhabitable. Violeta se brinda a Rojo y por fin, se abandona en un pulso placentero inmenso entre las sabanas ajenas, en la habitación integrante de Rojo, tantas veces transitada por mujeres que podemos imaginar. Violeta deslumbrada, entre éteres y un cuerpo que arroja derrumbadas palabras excitantes, y murmullos de viento embadurnado con sustancias morbosas hasta el erotismo ciego, se luce omnipresente como la pintura decorativa en el ánfora. Violeta deja sus pechos al inesperado desfiladero de voluntades lujuriosas de Rojo, a la sosegada ignorancia de las certezas y los muslos desnudos a una contrapartida de un juego persistente que con el mínimo roce crean un lenguaje psicofónico sutil. Violeta se abandona a la penetración desafiante como el péndulo es empujado por una fuerza invisible, hasta la brillantes antípodas del cuerpo visible, refugio ideal de las desbordantes rebeliones. Como existe el amor, como existiendo sigue una particular guerra de intolerables abrazos y cariñosas transgresiones en un aliño de besos y juegos irrespirables que cuarenta veces por minuto emergen de la boca de Rojo en una llama carmesí hasta al icono extremo de la absoluta feminidad. Rojo amará como nada a cada encumbrado punto de esa parte en la geografía de Violeta, rescatará las inmensas calas que el océano abandona en los pliegues recorridos con absoluta dulzura. El amor generoso será intolerable con la indigencia, incansable con el territorio insondable y en las desconocidas huellas de metamorfosis quedaran las marcas de las imágenes perfectas. Y en lugar de enamorase, se muestran como amantes insubordinados en un sueño tenue y de nuevo, la obstinación impuesta por la perspectiva de soñadores que no desgasta el amor, transportará los enigmas de la derrochada vida.
Y en evidencia, los fantasmas ausentes de Negro, que entre algodones durante el día, maltrecho y malherido por la noche, agotan su reflejo engañado en las heridas del tiempo, como cuando bajo secreto confunde el espacio asignado a su presencia con el intercambio social de inequívocos desalientos.

La separación y el alcohol.

La separación y el alcohol. Apesumbrado por los chismes del barrio que con muy mala uva iban dirigidos contra su honorabilidad, a Federico le daba por morderse las uñas hasta sangrar. Le había dejado la novia de toda la vida y Él se notaba que estaba fuera de sí, que de seguir por esos derroteros iba a acabar mal. A menudo se repetía, "no, sí esto se veía venir". Pero a pesar de las terribles dudas existenciales que padecía y del miedo a un futuro incierto, todo se le olvidaba cuando su amigo Borja le llamaba para salir juntos. Para beber. Para olvidarla. Para tirarse al barro sucio de la autoculpación cuando iba por el cuarto cubata. Era por entonces cuando a su amigo Borja ya no podía más y le entraban ganas de mear en cualquier sitio, en cualquier coche aparcado y hacia los neumáticos orinaba sin piedad y sin mucho atino. Aquel Renault 11 meado le iba a joder esa noche a Borja. El dueño era una mala bestia de ciento diez kilos que le empotro repetidas veces su puño en su cara, a la vez que le aminoró el número de muelas en menos de dos minutos. Visiblemente maltrecho Borja, a Federico le dio por mojar sus pantalones.