Mi barrio no tiene historia escrita.
Mi barrio no tiene historia escrita. Quizás exista. Me parecen tan lejanos los años de mi infancia y juventud que tengo nostalgia por las historias que sucedieron. Cada rincón evoca la generación que me tocó vivir, los lugares dónde se desarrollaban los primeros escarceos apasionados, los juramentos eternos al calor del lenguaje universal de los jóvenes. Éramos el centro del Universo. Asumo la importancia de la vida de entonces y la dificultad que tenía para comprender el mundo. Las ideas revolucionarias eran inherentes a todos nosotros, ahora desaparecidas irremediablemente… o transformadas.
Era feliz. Y tal vez, las cosas pequeñas eran lo que me hacían feliz. Estaba enamorado de la inmediata afinidad de las cosas, de la naturaleza fronteriza de mi barrio con la ciudad de Madrid.
La música de una casette compartida en la Valla del Postigo, un muro dónde nos sentábamos a conversar y dónde nos bebíamos las litronas que sacábamos de la bodega del Suso. El equipo del barrio, el Independiente Club de Fútbol, vestía camiseta verde esperanza. Las horas muertas de los billares donde dejábamos fluir nuestras sensibilidades con credibilidad. Nuestras vidas se tocaban.
Tras volver al barrio, a este insólito paraje de la sociedad multicultural actual, de metamorfosis urbana, descubro que todo ha cambiado… ¡Cuantas promesas rotas e inquietudes reconstruyo con los amigos que allí estuvieron!
Ahora los tiempos y símbolos han cambiado. La atmósfera pasada se desintegra. Desde la ventana de casa de mis padres contemplando lo de afuera y en la profundidad de mi pensamiento, pienso en cómo me imaginaba mi futuro.
2 comentarios
fiorella -
travis bickle -
un abrazo