viaje a Cuba
Hay errores. Abundancia de errores. También logros. No de trata de aclarar la historia o de averiguar la verdad. Basta huir del estatismo atenazante de las omisiones mediáticas, del poderoso contrasentimiento cínico de vivir en una democracia demasiado perfecta que no implica nada. Es necesario viajar en la niebla y sentir la belleza del viento que nos despeja el camino. Modificar nuestros prejuicios.
Hay múltiples maneras de contemplar históricamente la Revolución Cubana. Arrinconada durante decenas de años no sabremos si sobrevivirá definitivamente desde el presente o seguirá su lenta inmersión en el abismo de la historia. Los vencedores endurecen la mirada con Cuba pero también, en este vacío y extenso universo, Cuba trasmite su propia fuerza y sus convicciones; lo expresan los tripulantes de una nave a punto de irse a pique, inmersa en un belicoso mar. Quizás sea una demostración de poder o de hipocresía irracional. Nada sabemos. Sus fatigados protagonistas refuerzan la tristeza y la voluntad, están dispuestos a continuar resistiendo en la turbulencia de la economía globalizadora frente el poderoso enemigo del norte.
El destino errante de la isla dura cuarenta y nueve años y sigue siendo una expresión singular de arriesgada aventura. Ya es demasiado tarde como en tantas otras cosas, y el pueblo cubano va colmado de inverosímiles sacrificios, peligros y fortunas. Cuba alzó la vista hacía la luz, hacía las aspiraciones del humanismo de una manera implacable, cargados de defectos y virtudes desearon continuar con el proceso en una situación desfavorable para los sentimientos, otros trataron de encadenar las imágenes brillantes del porvenir que se les aparecía en la geometría borrosa de las 90 millas. Unos y otros perduran, en sus pensamientos y en sus acciones, en una pugna entre la incomprensión y la verdadera historia.
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fiorella -